Born To Run: Despertar del encierro Por: Juan Martín Nogueira*
Bruce y Clarence Clemons / Foto: Eric Meola
"Born to run" cumple hoy 45 años. Relevante para quienes nos hemos agregado al inagotable y expandido mundo de Bruce Springsteen. Fue su tercer disco y se hizo bajo la urgencia de dar resultados a una disquera que desconfiaba de una pandilla oriunda de un pueblo del que nunca nadie había firmado un contrato discográfico. Con esa presión Bruce hizo una obra grandilocuente pero no condescendiente.
Mientras en la gran ciudad se forjaba el punk, en los pueblos de la periferia proletaria el jefe y los chicos de la calle E preparaban el grito de guerra: "O salimos de este pueblo lleno de perdedores o terminaremos tan explotados y alienados como nuestros abuelos y nuestros padres".
Juan Martín Nogueira, desde La Plata, aborda la ruta y la lucha contra la alienación gritada como nunca en este aábum al que mucho en el mundo le debemos rebeldía.
VGZ
Siempre me atrajo esa idea, tan frecuente en las canciones de Springsteen, de escaparse de aquellos lugares que limitan, que condicionan, que enervan todo en la mediocridad. Esa cárcel puede estar en tu propio pueblo, en tu barrio, en tu trabajo, en tu propio grupo de allegados, incluso en uno mismo.
Algunos quedan atrapados para siempre en esas redes, mientras que otros, se animan a dar esa batalla existencial que supone no conformarse y buscar algo mejor. No el éxito medido en fortunas, cargos o status sociales, sino el solo hecho de ser dueño de tus propias decisiones.
Por eso Born To Run es, como tantas otras canciones, una invitación a despertar de ese encierro infecundo, un animarse a ir por la colectora, a tomar el tren sin destino cierto, en la búsqueda de ese sueño eterno que todos anhelamos.
«Quiero morir hoy contigo en las calles Wendy, en un beso que no tenga final…algún día llegaremos a ese lugar, pero mientras tanto, vagabundos como nosotros solo nacimos para correr». Esa es la idea, ese es el sentir.
Pero ese correr no es una versión meramente superficial, literal al concepto, sino que está cargada de todas las connotaciones que puede tener una vida, con sus luces y sus sombras, en un recorrido que no es lineal, sino que más bien forma un círculo que busca sentido.
Por eso la propuesta no es correr para escaparse, sino más bien para encontrarse. Y en ese encuentro nos podemos topar con la necesidad de reencausar nuestras propias raíces, pero desde un lugar distinto ya.
Dice Bruce en su autobiografía “«El poder hipnótico y desastroso de aquél lugar y aquellas personas nunca me abandonaría. Hoy sigo visitándolo en mis sueños, vuelo una y otra vez, anhelo regresar. Era un lugar en el que sentía una seguridad absoluta, con licencia para hacer lo que quisiese y con un horrible pero inolvidable amor sin límites. Me arruinó y me hizo ser quien soy. Me arruinó en el sentido de que durante de mi vida tendría que esforzarme por crearme unas limitaciones que me permitiesen llevar una vida de cierta normalidad en mis relaciones. Y me hizo ser quien soy en el sentido de que me empujó a una búsqueda de por vida de un lugar propio y singular, un ansia en carne viva que perseguí con empeño a través de mi música. Era un esfuerzo desesperado y vital por reconstruir mi templo seguro e inexpugnable a partir de los rescoldos de la memoria y la añoranza…»
Bruce se está refiriendo a la casa de su abuela paterna, Alice, un lugar que le marcó su existencia para siempre. Es que esa abuela lo sobreprotegía y le daba un lugar de rey, un mundo maravilloso sin reglas claras ni exigencias.
Bruce fue feliz allí. Pero, paradójicamente, ese lugar también fue su propio infierno, en la medida que contrastó con las propias debilidades familiares, las amarguras de su padre Douglas y una sociedad gris.
Y en el trasfondo de todos esos contrastes quedó lo importante, lo esencial. El amor recibido o anhelado nunca se olvida, no tiene filtros, se busca siempre.
Y es entonces que esa invitación para correr de hace tantos años, puede leerse en clave de encontrar un hogar, en el deseo profundo de querer alcanzar ese amor incondicional.
Bruce con Mike Ness en Asbury Park / Foto: Danny Clinch - Bruce y Pati Scialfa. Broadway /Foto: Víctor García Zapata
Ese camino es una necesidad de todo hombre y mujer, algo muy difícil de evadir o reemplazar. Es un camino de salvación personal que hace a un tema universal que trasciende las fronteras y los tiempos. Es «regresar a casa» o, lo que es lo mismo, a aquel lugar donde encontremos el amor y la felicidad.
Y esa vuelta, en mayor o en menor medida, siempre encontrará dificultades y avatares de todo tipo. Nuestra propias limitaciones y miserias, el contexto familiar, las circunstancias sociales, políticas y económicas, con sus crímenes y avaricias, lucharan cuerpo a cuerpo con nuestras esperanzas, con nuestra fe en encontrar ese lugar.
Por eso, a cuarenta y cinco años de esta obra inmensa que fue Born To Run, podemos observar que aquél muchacho que invitaba a Wendy y a Mary creció, hoy es un hombre en el invierno de la vida, no termina de acomodarse, ya tiene recorridos miles de kilómetros, la pifió unas cuantas veces, la echó a perder otras tantas, y sigue trotando el mundo «feliz de tener todavía las botas puestas», llevando «la humilde honestidad» que nos queda en este mundo, como la del trabajador que espera a su amor que viene en el tren de Tucson.
La única certeza, lo único que sabemos a ciencia cierta, es que «va a ser un largo camino a casa». Y el desafió será siempre encontrar el impulso, la esperanza, de dar ese primer paso para empezar a correr. En el tiempo y el momento que sea. Porque está claro que nacimos para ello.