“No quiero ser nada, no quiero ser nadie” dice la voz en off mientras el protagonista realiza un viaje en tren del que aún no conocemos el destino.
“Me gustó el rocanrol..." como la decisión de afianzarse a un estilo de vida que quedó en el pasado.
El viaje se intercala con recuerdos con su banda, la de los Mierdas Punk. El escenario: Ciudad Nezahualcóyotl en los años ochenta...
Nadie es inocente: El punk como transito hacia la incertidumbre.
Sofía Ríos Gómez
Fue siendo estudiante de La Esmeralda cuando me enteré de la existencia de Nadie es inocente, un testimonio visual, documental-ficción, realizado por Sarah Minter (1953-2016) en 1986.
A pesar de las muchas veces que he ido a Ciudad Neza a visitar familia, me decidí a ver esta película hasta ahora, en confinamiento, añorando recorrer la ciudad.
Minter, artista visual, documentalista y pionera del videoarte en México, comenzó su actividad artística en el teatro experimental y siempre en busca de libertad, encontró en el video las facilidades para producir y editar de manera accesible en comparación con el cine. Fue fundadora y docente del taller de video en La Esmeralda e interesada principalmente en las intersecciones entre lo político, el cuerpo y la ciudad realizaría, entre otras obras, el largometraje Alma Punk en los noventa y ya en los dosmil, Nadie es inocente 20 años después.
En Nadie es inocente, los protagonistas sin ser actores, juegan a representarse a sí mismos. Desenvolviéndose libremente ante una cámara que parece no estar, que es testigo íntimo de su vida cotidiana.
Foto tomada de Screen Slate
En Nadie es inocente, los protagonistas sin ser actores, juegan a representarse a sí mismos. Desenvolviéndose libremente ante una cámara que parece no estar, que es testigo íntimo de su vida cotidiana.
Son varias las escenas en que Minter les retrata caminando. Pienso en caminar como una manera de estar y comportarse en el mundo, como menciona Le Breton en su Elogio del Caminar. Habitar la calle sin objetivo y sin futuro. Viviendo el cuerpo. Moverse e ir esquivando momentos de incomodidad, la incomodidad de un futuro no prometedor y del árido paisaje de las zonas marginalizadas y periféricas a la Ciudad de México. Caminar sin objetivo, vagar. Esa capacidad humana de moverse desde que pudimos erguirnos y andar a pie y ser punk como un constante tránsito entre la incertidumbre, un tránsito en colectivo.
Ciudad Nezahualcóyotl es, también, resultado del movimiento, del éxodo de habitantes de otros estados del país que en los años cuarenta llegaron a construir sus casas a un territorio agreste actualmente conformado como uno de los municipios más densamente poblados del país. Mi familia materna llegaría allí en los años cincuenta.
Ver Nadie es inocente a casi 35 años de su realización, me permite reflexionar sobre mi propio sedentarismo. Un sedentarismo productivo. También invita a preguntarnos si sigue vigente la estigmatización de las expresiones juveniles de ocio y libertad como sinónimo de vicio.
Por último, siempre será importante visibilizar el trabajo de mujeres, y más las pioneras que cómo Minter, en una escena predominantemente dominada por hombres, retrataba con mirada arriesgada la vida y la ciudad +
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Nadie es Inocente
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