Venas Rotas Sunday Blog
9 de agosto de 2020
Vida monotona: Una historia de amor y punk rock.
Francisco Castañeda
 
¿Les ha pasado que al preguntarse ¿Qué carajos somos ahora? extrañan algo de todo aquello que al tiempo de patético fue idílico y liberador?

Fue hace ya bastantes años, andaba por allí de los diecitantos, no estoy seguro de la edad exacta, pero me acuerdo que acababa de entrar al bacho. Por una extraña razón, los miércoles sólo tenía una clase  de tres a cinco, o sea que tenía más de la mitad de la tarde libre. Ese día estaba recostado, eso es seguro, porque siempre me ha parecido la mejor manera de escuchar la música, porque hasta parece que cae encima como una ola invisible pero que llegar a erizar cada terminación nerviosa del cuerpo, como en esa mañana-tarde lo estaba haciendo el damage de black flag; un ruido que me estaba ayudando a decidir si valía la pena lanzarme a la escuela por una puta clase. Tenía cuatro faltas, una más y sería dado de baja de la clase y reprobado por inasistencias. La verdad es que  esa no era una razón de peso, al fin era una materia más y no sería la primera en la que perdería por default. 

Lo que en realidad me frustraba era esa idea del ocio, de parecer una tortuga volteada, moviéndome sin sentido mientras pasa el tiempo. Pero lo que terminaba de cagar todo, era que sólo había tenido cuarenta y un minutos con cuarenta y un segundos de hermosos gritos. La grabadora había callado, dando paso a un silencio llenado con el escándalo de los morros  de secundaria que ya pasaban por la calle y que anunciaban las dos de la tarde. Todavía tenía tiempo para llegar al salón, aplastarme en la silla de metal y actuar interesado. Sólo era cuestión de ponerme una camiseta, tomar mi mochila, mis discman y salir.  

 

Me levanté, busqué la camiseta menos apestosa e intente acomodarme el cabello con un poco de agua, hacia cuatro días que no me bañaba,  quería imponer un record.  Por fin salí. Caminaba bajo un sol violento, decidí pasar por la calle donde vivía mi valedor el Beto, aunque con ese rodeo tardaría al menos otros quince minutos en llegar al metro.  Caminaba expectante, implorando ver un buen culo para recordar una razón para asistir a cualquier  escuela. Entonces lo esperado sucedió,  me encontré al Beto viendo desde la puerta del zaguán a la calle. Era inconfundible con su clásica joroba, su camiseta de los Ramones, converse gastados, corte de pelo a la rolling stone y pantalones pegados, tanto; que a lo lejos parecían mallas de disfraz de Batman.  

-Qué pedo, ¿adónde vas?- preguntó, su aliento apestaba a cerveza. 

- A la escuela. 

- A la escuela, pts, vas a hacerte pendejo qué. 

- Cabrón, con qué clase de persona crees que estás hablando. 

-Pues contigo, mamón. 

- ¿Estas chupando?

- Pues dos, dos; me estaba echando unas con mi primo, ahorita retacha, ¿quieres una?

-Nel, ya me voy, se me hace tarde- dije, extendiendo mi mano para despedirme.  

- No seas mamón, te vas hacer pendejo igual aquí que allá. Sólo que aquí no pagas pasajes. 

Pensé un momento en su conclusión. Y en efecto, no tenía respuesta alguna ante eso,  Beto se dio cuenta de mi derrota, se agacho atrás del zaguán y me pasó la caguama. 

- Y con el varo que te ahorré, compra unos cigarros,  ¿no? 
- Sabes que no me los venden, mejor esperamos a tu primo. 


Entramos a la casa y nos sentamos en la sala. Adentro, hacía un calor insoportable, parecía un puto sauna y los sillones me hacía sudar la espalda. Le di unos sorbos largos a la cerveza, sorbos que se me subieron al cerebro rápidamente, en realidad nunca he sido un buen tomador. 

 

-¿Qué quieres escuchar?-preguntó Beto, con lengua entorpecida y recobrándose de un mareo. 

-No sé, pero menos Ramones. 

- Son la verga, ¿apoco no te laten?

- Pues sí, pero sabía que ibas a ponerlos- dije dándole el envase de cerveza. 

-Chíngatela, en el refri hay más, ¿entonces?- preguntó, arrodillándose para llegar al estereo, que estaba en el piso 

- No sé, pues ya a Flema.  

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El timbre sonó tres veces seguidas. Beto dejó los discos y fue a abrir. Sentado en aquél sillón; con las nalgas calientes y la caguama descansando en la pierna, hacía cálculos, sobre los posibles caminos y la posibilidad de llegar aún a mi clase. Unas voces femeninas que mentaban madres en voz alta me hicieron volver a la soledad de la sala. Entraron; primero el Primo del Beto, atrás de él, dos viejas y Beto hasta el final.

-¡Qué tranza la banda!-me saludó el Primo, con mucha familiaridad; en realidad sólo había patinado dos veces con él. Sus amigas lo imitaron, besándome en la mejilla. 

El Primo se metió a la cocina, sus valedoras se sentaron a lo largo de la sala, mientras Beto buscaba el disco de Flema.  Pasé la cerveza a la chava más cercana. Las observaba discretamente, una era gorda, con camiseta entallada a rayas y corte de pelo a los cincuenta; la otra, era una flaca sin chiste, con mallas y falda. Parecía una versión femenina del Beto. 

El timbre volvió a sonar,  ocho veces seguidas, una tras de otra. 

-Abre Beto, seguramente ya llegó esa mugrosa- gritó el Primo desde la cocina.  

Beto se levantó y salió a abrir. La gorda se agacho y tomó los discos que estaban sobre el estereo. Conforme los revisaba, se los pasaba a la flacucha. Me pasaron de nuevo el envase, lo alce y lo observé a contra luz, de la nada venían imágenes de mi padre con las manos desechas por cortar laminas de acero; de mi madre exhausta de lavar pisos, ventanas, baños y lo que se le ocurra a los patrones. Pensé en dejar todo y echarme a correr, aún sentía que podía llegar e intentar salvar el semestre. La gorda se agachó, con un disco en la mano, lo metió al reproductor y le puso play. Los cánticos que emanaban de las bocinas borraron las imágenes anteriores,  haciéndome vibrar; parecían venidos de algún estadio, de algún lugar, de cualquier parte, pero tenían toda  razón que podía caber en ese preciso momento: el que no salte, es un estorbooooo, el que no salte, es un estorbooooo, oooooooo.......  

 

La gorda se levantó como sólo las gimnastas chinas lo saben hacer. Me arrebato el envase y se lo empinó hasta acabar con el contenido y escupir la espuma a cualquier parte. Empezó a mover la mano hacia adelante y atrás, como si estuviera agitando una lata y entonó. 

-vengan putoooooos: Me encontré una chica en la plaza

Estaba llorando yo no sé por que.

Tenia una petaca de ginebra Bols

y yo entonces me acerque, oí, oí, oí 

Entonces la flaca se levantó, abrazó a la gorda por el hombro y levantando una mano, como si señalara una estrella, siguió:  

 

- Yo le pregunte que le pasaba

y ella me contó todo su rollo personal:

tenia un novio que se llamaba Antonio

que había muerto en la guerra de Malvinas, oí,oí,oí

 

Beto, entrando del patio, corrió y se les unió, abrazando a su versión femenina, moviendo el  brazo que le quedaba libre de arriba abajo frenéticamente mientras cantaba deshaciéndose la garganta:  

-El tiempo corría y  la petaca bajaba

ella me dio un beso y se despidió.

Caminó unos pasos y un arma sacó,

Yo le pregunté: nena qué vas hacer?

 no me respondió y el gatillo ella apretó..... 

Algo dentro me sacudió, como si un rayo golpeara tan violentamente que me hiciera levantarme de un salto para abrazar a Beto cantar lo que me sabía: 

- Ella se voló la cabeza por su viejo amor........

Entonces el Primo, que regresaba de la cocina con  vasos, los dejó en la mesa del comedor y corrió hacia nosotros, chocando con la gorda y como si estuviera tocando una guitarra empezó a rasguear con fuerza en el aire: 

 

- Ella se voló la cabeza por su muerto amor.............

- Ella se voló la cabeza por su viejo amor.............- le grité, a quemarropa, colgándome de su camiseta.

- Ella se voló la cabeza por su muerto amor- gritó, azotándome contra la pared. 

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Las siguientes cinco rolas fueron así: la gorda y la flaca baliando slam abrazadas por el hombro, mientras que Beto, su Primo y yo, danzábamos al rededor de la sala. En medio de la rola todo lo miro, un empujón inesperado me hizo perder el equilibrio, trastabillé, intenté recobrarme pero no pude, sentí un cuerpo a mi lado; me prendí de él para evitar caer,  pero no opuso mucha resistencia. En el  camino hacia el piso, pude sentir cómo ese cuerpo esbelto, tibio, se amoldaba perfectamente al mío.  Alcancé a dar una pirueta, nunca había tenido tanta urgencia de proteger algo. Con mi cuerpo suavicé la caída, la nuca me punzaba, tardé un momento en abrir los ojos. 

- Hola, ¿estás chido?- me preguntó cuando abrí los ojos. 

- psss, isis. –no podía hablar,  no frente a eso gigantescos ojos negros y todo ese cabello aún más negro cayendo encima  como una cascada. 

- ¿Entonces?- volvió a preguntar. 

- Sí, ya estoy chido.  

No recuerdo cuanto tiempo estuvimos en esa posición. Debió haber sido bastante, porque el Primo nos ayudó a levantarnos. 

- Ha mira, ella es Circe- dijo el Primo, mientras la vieja extendía una mano- y el ¿es?, ¿Quién es este cabron?- le preguntó al Beto, que estaba a un lado del estéreo, eligiendo el próximo disco. 

-Le dicen el Mick 

- Bueno el Mick, Circe, Circe, Mick 

Después de que nos presentaron nos saludamos con un beso en la mejilla, la suya olía a cereza. Por fin nos distribuimos en la sala. Las tres chavas en un sillón, el Beto sentado en el piso fungiendo de DJ  mientras el Primo, en la mesa, preparaba las bebidas y yo esperaba en el sillón individual. El Primo nos pasó los vasos con micheladas. 

- Qué pedo Albertito con esa música- dijo el Primo, cuando le pasó su vaso. 

- Ahí va ¿les late Clase 76?  

- Eso es para más tarde, apenas vamos empezando- dijo la gorda 

- Flema—dije por decir algo. 

- Sí, flema estaría chido- dijo Circe, pasándose la mano por aquel cabello negro y mirándome directamente. 

-Ese morro sí sabe- sentenció la flaca. 

Guardamos silencio, estábamos exhaustos, bañados en sudor, yo aún tenía la sensación de Circe en mi cuerpo. Por fin me dieron mi vaso, me tomé la mitad de un jalón, puta madre esas micheladas sabían de la mierda, pero hacían eran mejor que quedarse con sed.  

-Qué pedo con esa música niño de la mochila azul,- dijo la Gorda, cuando se dio cuenta de la espalda ancha de Beto.   

- Deja de jorobarlo- dijo el Primo. 

- Cuando juega fútbol, esté güey se echa el equipo a las espaldas, al fin que le cabe.   

Cuando terminé la frase reímos a carcajadas, ante el semblante ruborizado del Beto. Hasta que por fin, ese caos llamado Flema sonó. La Gorda empezó a platicar con el Primo, el Beto hacía lo mismo con la Flaca, carajo parecía que se estaban viendo en un espejo. Por mi parte, pensaba en física; en lo que les habrán dejado de tarea y cómo conseguir alguna receta que me sirviera de justificante para dicha falta. Quería evitar las suplicas al maestro. Pero valía la pena hacerlo, con esa sumaba ya cinco materias en las que estaba dado de baja. 

- ¿De dónde eres?- preguntó Circe, al sentarse en el brazo del sillón. 

- De por aquí, a tres calles- dije, acabando con el contenido del vaso que ella tomó para llenarlo, estirándose para alcanzar uno de los envases que estaban en la mesa-¿y tú?

- Voy a la escuela de mi prima- dijo, señalando a la Flaca-que conoce  al Primo del Jorobadito- y  ¿qué haces? 

- Pues, voy a la escuela, bueno ahora debería estar allá. 

- Siempre deberíamos estar en otro lado, pero nunca sucede; sólo contadas ocasiones y a contadas personas están donde deben estar.

-¿Cómo? – dije, al levantarme para llenar su vaso.  

- Por ejemplo Riky Espinoza, de tantos mamones que andan vagando, de tantas calles que pudo haber recorrido, se topó con unos tipos; de los millones de tipos que pudo haber conocido, que lo entendieron; materializaron lo que estaba en el aire, como un murmullo y lo escupieron como Flema,  y ahí está, una de las pocas chingaderas que valen la pena en esté mundo. 

- Pues....

- Junto con el sexo, eso no lo podemos olvidar. 

Circe se fue, dejándome con miles de dudas. Acaso esperaba otra reacción de mi parte cuando mencionó lo del sexo. No pensé más en eso porque las ganas de orinar no me dejaron. Me levanté. Caminé rápidamente al baño que se encontraba en la parte trasera de la casa. Empujé la puerta y ahí estaba el Beto, hablando por el teléfono blanco. Abrazado a la taza y vomitando

- ¿Qué pedo contigo güey?

No me respondió, me empujó y salió. Me oriné encima de la vomitada. Le jalé a la palanca, pero no funcionaba. Regresé a la sala,  por fin sonaba Clase 76, el Beto se había quedado jeton en el piso, las tres viejas acababan con el poco alcohol que quedaba, el Primo estaba haciendo algo sentado en un rincón y apenas eran las seis. 

- Vamos aquemartinez nos pagué-dijo el Primo. 

-Ya estas- dijo la Gorda.

Los veía caminando hacía el tio, hasta ese momento no me imaginaba muy bien lo que iban a hacer. Pensaba en quedarme en la sala y hacerle compañía al Beto. Hasta que Circe me tomó de la mano y me jaló con ella. 

- Todo va para la derecha- dijo el primo. 

 

Estábamos reunidos a medio patio. Haciendo un círculo. Veía acercarse el toque, todavía en mi mente estaba ensayando las maneras para decir que no y las razones que iba a utilizar. Circe me pasó el toque, regalándome una hermosa sonrisa. Ocho ojos expectantes a cada uno de mis movimientos, el calor que el toque despedía me quemaba los dedos,  automáticamente copié sus movimientos.

- Uh, ¿te regaño tu mamá?- dijo el Primo, cuando un acceso de tos  me atacó. 

Todavía el toque dio dos vueltas más, la segunda ya no tosí. Nos metimos a la casa. Me desplomé en el primer sillón que encontré; aún estaba caliente por el culo de la Gorda. Sentado en aquel lugar, pensaba en mi padre, saliendo apenas de la fábrica y en mi madre lavando los últimos pisos de aquellas oficinas.  Sentía algo que no puedo explicar,  pero era como si estuviera atrapado en mi cabeza y con la desesperación de la boca seca. No sabía que hacer, todo estaba tan lejos. Entonces, sentí un cuerpo a mi lado, creí que era el Beto. Pero no. Circe me ofreció su vaso lleno de cerveza.  Me lo bebí todo de un sorbo y aventé el vaso hacia atrás del sillón. Ella juntó su muslo con el mío, de alguna forma, ya nada parecía tan importante. 

- Sabes, no debería estar aquí. Quiero decir, en esté sillón; contigo- dijo Circe, sacando un cigarro de su bolsa. 

- ¿No?, ha deberías estar con tu novio o ¿no?

-Claro que no-dijo pasándome el cigarro-, debería estar acostada junto a ti. Pero en una playa, a la misma hora. Cuando el sol se esconde bajo el agua y las estrellas esperan salir a escena. Ellos prepararían cualquier cosa para la cena, mientras que tú y yo nos fumaríamos un toque. Pero ese no será para escapar, si no para abrir todas las puertas. Entonces sabré que ese es mi lugar y la recompensa por aguantar tanta mierda todos los días. 

- Carajo.

-¿Cuál es tu lugar? 

 

En ese momento no pensaba otra cosa más que besarla y hundirme en esos gigantescos ojos negros.  

- A tu lado. 

Ella no dijo nada. Tomó un morral que estaba a un lado del sillón. Sacó una hoja y una pluma, apunto algo, la doblo y me la dio. 

- Circe, ya es hora de movernos- dijo la gorda. 

Intentamos escombrar lo mejor posible la sala, levantando los envases, discos; barriendo la ceniza y despertando al Beto.  Nos despedimos en la puerta. 

-Haber cuando le caes a otro desmadre, eres la banda- dijo la Gorda al despedirse. 

La calle estaba más obscura de lo normal, el alumbrado no servía. Con los audífonos clavados en las orejas y Black flag guiando mi camino, me dirigí hacia mi casa. 

- Ya llegué- grité, sin recibir respuesta.  Mi padre ya dormía en el sillón y mi madre hacia algo en la cocina. Fui directo hacia mi cuarto y me tumbé en la cama. Aun tenía fresco el recuerdo de Circe, sólo tenía que cerrar los ojos para ver su rostro. Busqué el papel en mis bolsillos. Lo extendí. Era su número de teléfono. Lo guardé en mi bolsillo, seguro de no pederlo nunca. Respire profundo, deseando alguna noche, encontrar esa lugar; que aún hoy parece tan lejano +

   

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